Historias para reflexionar

Eco

Un niño y su padre, estaban caminando por las montañas. De repente, el hijo se cae, se lastima y grita:
—¡Aaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh!

Para su sorpresa oye una voz repitiendo en algún lugar de la montaña: —¡Aaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh!

Con curiosidad el niño grita:
¿Quién está ahí? Recibe una respuesta:
¿Quién está ahí? Enojado con la repuesta, el niño grita:
Cobarde. Y, de nuevo, le responden:
Cobarde.

El niño mira a su padre y le pregunta:
¿Qué sucede?

El padre, sonríe y le dice:
Hijo mío, presta  atención. Y entonces el padre grita a la montaña: Te admiro.

Y la voz responde: Te admiro.

De nuevo, el hombre grita: Eres un campeón.

Y la voz responde: Eres un campeón.

El niño estaba asombrado, pero no entendía. Luego, el padre le explica:

La gente lo llama eco, pero en realidad es la vida. Te devuelve todo lo que dices o haces.


Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones.
Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor.
Si deseas felicidad, da felicidad a los que te rodean.
Si quieres una sonrisa en el alma, da una sonrisa al alma de los que conoces.
Esta relación se aplica en todos los aspectos de la vida.
La vida te dará de regreso exactamente aquello que tu le haz dado.
Tu vida es una coincidencia, es un reflejo de ti.



CUIDA TUS PALABRAS

     Una chica esperaba su vuelo en la sala de un gran aeropuerto y decidió comprar un libro y unas galletas, y se sentó para poder descansar.
      A su lado se sentó una señora mayor, que abrió una revista y empezó a leer, entre ellas quedó un paquete de galletas, cuando la chica tomó la primera galleta, la señora también tomó una. La chica se sintió indignada, pero no dijo nada. Sólo pensó: "¡Que descarada esta vieja; si yo fuera mas valiente, le diría un par de cosas y hasta le podría insultar!" Cada vez que ella tomaba un galleta, la señora también tomaba una, aquello le indignaba tanto a la chica, que no conseguía concentrarse ni reaccionar.


      Cuando quedaba una sola galleta pensó: "¿Qué hará ahora esta vieja aprovechada?" Entonces, la señora partió la última galleta y con una media sonrisa en su rostro, sin decirle nada a la chica, dejo media galleta para ella. ¡AH NO! ¡Aquello era demasiado! La chica se enfureció, tomó la media galleta y la tiró a los pies de la anciana diciendo: "Vieja descarada, se ve que tiene hambre, eso es lo que usted es una descarada". La señora la escuchó, agachó la cabeza y no respondió nada.



     Se levantaron las dos y cada quien se dirigió a su propio sector de embarque. Mientras caminaba, la chica resoplaba la enorme rabia. Cerró su libro y se dirigió a abordar. Cuando se sentó  en el interior del avión, miró dentro de su bolso y, para su sorpresa, allí estaba su paquete de galletas... intacto y cerrado. ¡Sintió tanta vergüenza! Le dio tanto sentimiento que comenzó a llorar. Sólo entonces se dio cuenta de lo equivocada que estaba. ¡Había olvidado que sus galletas estaban guardadas dentro de su bolso! La señora había compartido todas sus galletas con ella, sin sentirse indignada, nerviosa, consternada o alterada. Y ya no estaba a tiempo ni tenía posibilidad para dar explicaciones o pedir disculpas.

     Y recordó que existen cuatro cosas en la vida que no se recuperan:

     Una piedra, después de haber sido lanzada.
     Una palabra, después de ser dicha.
     Una oportunidad, después de haberla perdido.
     El tiempo, después de haber transcurrido.


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