Queriendo ser como un pescador en La Tortuga



 

 Por fin decidí invitar a más personas a mis viajes de aventura. Solía unirme a un grupo que estuviese listo en alguna agencia de turismo de aventura para algún destino que me gustara. Pero esta vez tomé otro rumbo y decidí organizar el viaje y anunciarlo para ver si alguien me quería acompañar. Isla la Tortuga fue mi primer destino. De verdad estoy enamorada de esta isla y esta vez quería conocer nuevos cayos y ver si podía nadar con tortugas. 




Los Tortuguillos, La Tortuga
Logré armar el grupo con personas de distintos lugares de Venezuela. Todo fue por contacto en redes sociales y en total éramos 11. El viernes 12 de junio cada uno arranco con destino a Chirimena, entre llamadas telefónicas nos comunicábamos para encontrarnos en el camino. Yo salí temprano de Barquisimeto, hice parada en San Antonio de los Altos para buscar a Erick y luego a Caracas a buscar a Edgar y Joe su novia que es de Colombia y está pasando las vacaciones aquí. En el Buena Aventura paramos para comer y esperar a María Daniela y Aurimar que venían en víaprontoo guiándonos con el GPS llegamos a Chirimena. Llegamos a la posada y era simpática, las habitaciones tenían aire y eran cómodas. Decidimos dejar las cosas y dar un paseo por el pueblo para comprar una que otra cosita que nos hacia falta y luego regresar para dormir. El resto del grupo fue llegando poco a poco, Fernando que venia del Tigre era su primera aventuró solo. Él me llamó para ayudarlo con el traslado, llego a Maiquetia y le querían cobrar un dineral para Chirimena, y tomo un bus de los que ofrece el Aeropuerto y le dije que se bajara en plaza Mirando y en nuevo circo tomara un bus a Higuerote. luego lo fui a buscar allí y nos fuimos de nuevo a la posada hasta que estuvimos todos reunidos en ese pueblito donde se escuchaba el sonar de los tambores.

El sábado nos tocó levantarnos a las 4:30 de la madrugada y alistarnos para salir de la posada e ir al embarcadero. Salimos todos en grupo con rumbo al mini puerto donde parten los peñeros de Chirimena. Allí Alejandra nos tenia unas empanadas de desayuno, todo el grupo comió mientras esperábamos que guardaran todo el equipaje en el peñero. Confieso que pensé que el peñero era más grande. Cuando lo vi, era un peñero de pescador pero que, a diferencia de otros, estaba alcochado y con techo; luego vi que el clima no era muy agradable me dije que esto sería una gran aventura. Le pregunte a Alejandra que si había viajado antes con ese clima y dijo: "¡claro Maru, pero sí te digo que se van a mojar y mucho, estará fuerte el viaje pero no imposible!" Ya ella ha viajado con climas peores. El clima estaba nublado, pero no estaba pronosticada lluvia sino solo viento. Así que el mar estaba súper picado. Embarcamos todos y nos despedimos de Alejandra. 

La odisea para muchos:

En el peñero nos distribuimos 4 por banco, si así le puedo decir. Yo estaba en la punta con la cocinera, Erick y María Daniela, teníamos las miradas del resto del grupo porque estábamos de espalda al rumbo en el que íbamos. Decidí sentarme allí porque ahí es donde golpea más el peñero con las olas y, como yo estoy acostumbrada este tipo de cosas, no quise que alguien pasara ese mal rato. Las cosas resultaron distintas. Los marineros sabían navegar y los golpes no eran tan fuertes (también íbamos muy pesados). El mar estaba fuerte, las olas eran grandísimas de unos 4 metros. De pronto recibíamos cachetadas del mar con esa agua fría y fuerte que les caía a los muchachos. Aurimar a sólo 30 min de navegación comenzó a vomitar las empanadas, la cena y todo lo que había comido en la semana. Después de ella siguió Joe la novia de Edgar. Uno tras otro se unían al clan de mareados en el peñero, en fila vomitaban casi todos, Marcos, su esposa y Fernando se unieron también. Mientras los otros tenían caras de pocos amigos. Cada rostro era un poema, creo que también me debo incluir porque sentía un frío horrible, sólo me tocaba abrazar el chaleco y bajar la cabeza para ver si lograba dormir algo. Las horas no fueron las pensadas. Un viaje con un clima normal es de 3 horas. Nosotros con este clima no sabíamos la hora que íbamos a llegar. Para los muchachos los minutos eran eternos, Daniel en todo el viaje no subió la cabeza para no entrar en pánico por el mar tan revuelto. Vimos pasae un buque de carga inmenso y soltó una ola tan gigante que pensamos que nos íbamos a voltear. Los marineros era chicos jóvenes y aventureros, y entre risa y charlas disfrutaban el viaje mientras el resto del grupo sólo vomitaba, le rezaba a la Virgen del Valle, algunos con caras de arrepentimiento o con ganas de volver. Ese día 8 peñeros se devolvieron por el clima pero nosotros no podíamos por el peso, porque Jesús trajo la cava más grande que encontró y esos fueron demasiados kilos extras. Si nos devolvíamos en el regreso seguro el peñero se voltearía por la carga. Asi que sólo quedaba una dirección y era hacia la Isla.

Los minutos y las horas pasaban rápido, las 9 am, las 10 am, las 11, las 12.... Aurimar había visto la hora exacta que salimos las 6:17 am y a las 1 fue que se logró asomar una franja fina de tierra a lo lejos y era la Isla, apenas lograba verla porque se perdía con las olas y ese clima gris borroso. Por fin veíamos tierra después de casi 7 horas de viaje. Ya Joe y Edgar no podían tragar más agua, y Aurimar ya no tenía más nada que vomitar, Fernando aún vomitaba... el agua que tragaba. Cuando vimos el cambio de colores de agua el clima cambio. Como si Dios dijera ¡suficiente! Que todo sea color de rosa de nuevo. Veíamos a lo lejos Punta de Arena a nuestra derecha y luego los Tortuguillos a la izquierda. Finalmente vimos Cayo Herradura y ese desfile de yates en sus aguas. Tocamos tierra, los muchachos jamás habían sentido tan bien la arena en sus pies como ese dia. Han vivido la vida de un pescador en plenitud y es una aventura que nunca olvidaran. No me incluyo porque he estado en situaciones con peor clima, y andar en peñero no me parece traumático. Esta vez no tomé en cuenta la necesidad de un impermeable pero la próxima no sucedera. 

Primer día en la Isla: 
Bajamos nuestro equipaje del peñero, estaba envuelto en bolsas negras y ya había entendido porque Alejandra hizo tanto hincapié con lo de envolver todo en bolsas. Dejamos los bolsos en las sillas y sombrillas que nos tenia preparado un buen pescador que vive 3 meses si y 3 meses no en la isla. Se llama Enrique. Él nos recibió con todo su entusiasmo y calor como buen margariteño que es. Tiene un rancho muy expuesto pero te puedes refugiar del viento. Mientras los marineros armaban las carpas, nosotros estábamos disfrutando del  paisaje y sentados en las sillas de lo más relajados, olvidando todas las penurias y el mal rato del viaje. Enrique nos llegó con una melodía, era una campanita lo que comenzaba a sonar y era su manera de decirnos que la comida estaba servida en la mesa de su rancho. Nuestro almuerzo fue un pescadito frito pescado ahí mismo. Comimos y reposamos en la playa. Luego Enrique nos llegó para hacernos un paseo y un tour por Cayo Herradura. Nos llevó a todo el grupo al faro para tomar fotografías, luego donde está la Virgen del Valle y a un cementerio, donde lo único que está enterrado es un perro de un alemán. Seguimos caminando y nos llevo al Museo de las Piedras, donde podíamos construir nuestra torre de piedras en equilibrio. Al final del museo hay una piscina, así le dicen por estos lados, natural donde Enrique nos invitó a un ritual de deseos. Nos colocamos en círculo y uno quedaba en el centro y pedía un deseo, luego le hacíamos un baño de agua y esperar a que este deseo se cumpla algún día. Esperamos el atardecer por el museo y estuvo bonito, con el cielo despejado y un sol que parecía más bien una luna por el tamaño y el tono.  

Cuando regresamos al rancho de Enrique ya estaba todo armado, metimos nuestros bolsos en las carpas y esperamos sentados entre cuento y cuento la cena. Nos prepararon hamburguesas. Cominos todos y lo único que hablábamos durante la comida era el tema del viaje en el peñero. 

No pasó mucho rato para que se me achinaran los ojos. Esa es la señal que indica que ya muero del sueño y quiero dormir, sobretodo ese día que habíamos madrugado para venir a la isla. 

Domingo de playa:
Amanecer crepuscular
Enrique quedó en despertarnos con la campana para ver el amanecer, pero se quedó dormido. Por suerte siempre he tenido un reloj biológico y ya a las 5 am estoy despierta. Cuando abro la carpa no sabía si era un amanecer o atardecer. Estaba comenzando un crepúsculo sin sol porque el tiempo esta nublado, eran colores increíbles, el cielo cambiaba los tonos de morado a rosado, de rosado a naranja y para dar paso al tono perfecto en el cielo.  

Después de eso el clima cambio de pronto, una tormenta parecía venir pero nos rodeó, só
lo pasó la cola de la tormenta por aquí y parecía que el rancho se iba a ir volando con el viento. Después de eso, como si nada, como si no hubiese llovido nunca, el sol iluminabó la arena para resaltar ese color blanco y los azules del agua a un color turquesa espectacular. Decidí caminar ese rato para conocer todo Cayo Herradura. Nos fuimos el grupo completo a
Atardecer en el Museo de Piedras


Tormenta en Cayo Herradura.


Hogar de un buen pescador



Cayo Herradura sin gente


Mi ventana


Lo que nunca puedo dejar en un viaje de playa


Atardecer en Cayo Herradura





Alicia en este pais


El Sr. Enrique
Un buen grupo de Viaje




tomar fotografías...


El grupo era excelente,  compartíamos la misma pasión de la fotografía y las vibras eran increíbles. Llegamos para la hora del almuerzo y de ahí nos llevaron a dar un paseo por los Tortuguillos para hacer snorkeling en los arrecifes, conocer esas pequeñas islas que son hermosas y, bueno,  ver si tenía la oportunidad de hacer apnea allá. Cuando llegamos a los Tortuguillos quede impresionada de lo virgen que es y de lo mágico del lugar. Caminar por toda la orilla era como caminar en un cuento de hadas. Nos colocaron las sillas y sombrillas y dejamos las cosas. La isla era totalmente para nosotros, no había más nadie allí, ni los pescadores se quedan allí por el tema de un insecto que aparece en las


Sirviendo de Modelo :)
 noches y la picada es espantosa. 
Me fui a hacer snorkel un buen rato, bajo el mar es otro mundo...

Apnea en Los Tortuguillos
 Se pasean bancos de peces que desfilan con sus colores llamativos. Me impresionó ver un mega cerebro, estrellas de mar y corales en forma de arboles debajo del mar.
Snorkeling
Fue un rato muy agradable en esa pequeña isla diferente, donde hay una laguna de sal que en temporada de lluvia se llena y agarra su tono rosa viejo. Nos tuvimos que ir de allí temprano por el tema del insecto (no recuerdo el nombre),  así que volvimos a Cayo Herradura justo para ver el atardecer. Todos nos fuimos caminando al Museo de Piedras; es allí donde mejor se aprecia el atardecer, justo después de pasar el faro. Insisto en decir que me encantó el grupo porque no se dispers
ó, algunos eran amigos y otros que se unieron a esta locura mía de ir a pasar unos días en la Tortuga pero en peñero.
Regresamos y la cena estaba lista... Después nos dimos un baño para quitarnos la sal. Entre tanto escuchábamos música viendo la cantidad incontable de estrellas en el cielo. No pasó mucho tiempo antes de decir que tenía sueño, suelo parecerme a las gallinas que cuando baja el sol ya se están acurrucando para dormir. Con lluvia y sol, frio y calor puedo decir que este día fue perfecto. 

 

Cayo Herradura, Isla La Tortuga
Nuestro último día en la isla, quién iba a pensarlo, estaba de nuevo sentada viendo tan mágico lugar, sin importar que viniese una tormenta, porque la daría el toque especial. Observé que ya no había ningún yate, se habían esfumado mientras dormía. Ahora la playa le pertenecía a los pescadores y a nosotros. Súper temprano la lluvia nos paró, pensé que la tormenta nos agarraría pero de nuevo nos rodeó y el sol iluminó todo el paisaje para resaltar los colores. Me quedé un rato con el Sr. Enrique para escuchar sus historias y su vida, le pregunté por una gran cicatriz en su costado, debajo de su brazo derecho, que iba desde espalda hasta su pecho. Me contó que cuando fue pescador le exploto un pulmó
n por sumergirse demasiadas veces seguidas. Duró mucho tiempo de reposo y cuando estuvo mejor volvió a la isla, a su pequeño rancho donde con pasión lo restaura y lo mantiene parado sin ayuda de nadie. Después de esa experiencia dejó de ser pescador y ahora se dedica a recibir turistas, con su encanto al hablar y la manera como acoge se gana el cariño de todos. También nos contó algo inusual: un tiburón blanco de 450kg estaba merodeando por la playa a sólo 8 metros de profundidad. Me impresionó escuchar esa historia porque siempre he querido ver tiburones y nadar con ellos. Pensé que era imposible que algo así sucediera, ya que el tiburón es de aguas frias. Mientras yo sé que están en otros mares estoy tranquila, pero impacta un poquito escuchar que lo encontraron aquí, me emocionó y al mismo tiempo un pequeño miedo me entró en el cuerpo. Seguimos hablando, contando historias y todo acerca de la isla, hablamos del tema ecológico, de la basura y de quién  se la lleva. Paramos allí y decidí salir a hacer apnea porque ya los minutos estaban contados. Nadé la más que pude y trate de llegar a un lugar con 8 metros de profundidad, con algo de suerte vería una tortuga o un tiburón pero no la tuve, aún así vi bancos de peces y muchas estrellas de mar y practiqué un poco la respiración. Regresé a la orilla y d
urante el almuerzo el Sr. Enrique dio unas palabras de felicitaciones por ser un grupo tan excelente, nos agarró (en sus palabras) un cariño especial por ser guerreros y llegar a la isla con ese clima, jamás pensó que todos nos conocimos en ese viaje y, según él, parecíamos amigos de toda la vida. Es grato saber que en mi primer viaje como anfitriona, organizadora o inventora logré formar un grupo donde todos se llevaron bien. Es allí donde uno se da cuenta que las energías atraen, tener buenas energías atraerá buenas energías, si eres positivo atraerás gente positiva, si eres relajado atraerás gente tranquila, si tienes una pasión y la quieres compartir la gente te aceptará con los brazos abiertos. Compartíamos  una misma pasión y era la fotografía. Este viaje aprendí demasiado, no sólo de fotografía sino de superar miedos, de buscar mi amor propio de nuevo, de volver a un lugar donde quizás me dio nostalgia, pero que esta vez el grupo me animó a un punto donde me dije que seguiré compartiendo este sueño con personas increíbles como los de este viaje. 

No quiero terminar este viaje pero nos tocó irnos y despedirnos del Sr. Enrique entre abrazos y alegrías. Nos montamos en el peñero con expectativas sobre lo que iba a suceder en el regreso, pero todo fue diferente. Un cielo claro, una rica brisa y un mar mas tranquilo. Ninguno 
se mojó ni vomitó esta vez. Unos iban durmiendo, otros comiendo y hablando de todo lo vivido. El regreso fue más corto que la ida. La experiencia de viajar como viaja un pescador fue única, irrepetible para algunos de los que viajaron conmigo. Seguro regresar3 a la isla de nuevo, la Tortuga tiene un encanto que hace sea que uno de mis lugares preferidos de Venezuela.



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