Los Tortuguillos, La Tortuga |
El sábado nos tocó levantarnos a las 4:30 de la madrugada y alistarnos para salir de la
posada e ir al embarcadero. Salimos todos en grupo con rumbo al mini puerto
donde parten los peñeros de Chirimena. Allí Alejandra nos tenia unas empanadas
de desayuno, todo el grupo comió mientras esperábamos que guardaran todo
el equipaje en el peñero. Confieso que pensé que el peñero era más grande.
Cuando lo vi, era un peñero de pescador pero que, a diferencia de otros, estaba
alcochado y con techo; luego vi que el clima no era muy agradable me dije que esto
sería una gran aventura. Le pregunte a Alejandra que si había viajado antes con ese clima y dijo: "¡claro Maru, pero sí te digo que se van a mojar y mucho,
estará fuerte el viaje pero no imposible!" Ya ella ha viajado con climas peores.
El clima estaba nublado, pero no estaba pronosticada lluvia sino solo viento. Así
que el mar estaba súper picado. Embarcamos todos y nos despedimos de
Alejandra.
La odisea para muchos:
En el peñero nos distribuimos 4 por banco,
si así le puedo decir. Yo estaba en la punta con la cocinera, Erick y María
Daniela, teníamos las miradas del resto del grupo porque estábamos de
espalda al rumbo en el que íbamos. Decidí sentarme allí porque ahí es donde golpea
más el peñero con las olas y, como yo estoy acostumbrada este tipo de cosas, no
quise que alguien pasara ese mal rato. Las cosas resultaron distintas. Los
marineros sabían navegar y los golpes no eran tan fuertes (también íbamos muy
pesados). El mar estaba fuerte, las olas eran grandísimas de unos 4 metros. De
pronto recibíamos cachetadas del mar con esa agua fría y fuerte que les caía a
los muchachos. Aurimar a sólo 30 min de navegación comenzó a vomitar las
empanadas, la cena y todo lo que había comido en la semana. Después de ella
siguió Joe la novia de Edgar. Uno tras otro se unían al clan de mareados en el
peñero, en fila vomitaban casi todos, Marcos, su esposa y Fernando se unieron
también. Mientras los otros tenían caras de pocos amigos. Cada rostro era un
poema, creo que también me debo incluir porque sentía un frío horrible, sólo me tocaba abrazar el chaleco y bajar la cabeza para ver si lograba
dormir algo. Las horas no fueron las pensadas. Un viaje con un clima normal es
de 3 horas. Nosotros con este clima no sabíamos la hora que íbamos a llegar.
Para los muchachos los minutos eran eternos, Daniel en todo el
viaje no subió la cabeza para no entrar en pánico por el mar tan revuelto. Vimos pasae un
buque de carga inmenso y soltó una ola tan gigante que pensamos
que nos íbamos a voltear. Los marineros era chicos jóvenes y aventureros, y
entre risa y charlas disfrutaban el viaje mientras el resto del grupo sólo
vomitaba, le rezaba a la Virgen del Valle, algunos con caras de arrepentimiento o con
ganas de volver. Ese día 8 peñeros se devolvieron por el clima pero nosotros
no podíamos por el peso, porque Jesús trajo la cava más grande que encontró y
esos fueron demasiados kilos extras. Si nos devolvíamos en el regreso
seguro el peñero se voltearía por la carga. Asi que sólo quedaba una dirección y era hacia la Isla.
Los minutos y las horas pasaban rápido,
las 9 am, las 10 am, las 11, las 12.... Aurimar había visto la hora
exacta que salimos las 6:17 am y a las 1 fue que se logró asomar una
franja fina de tierra a lo lejos y era la Isla, apenas lograba verla porque se
perdía con las olas y ese clima gris borroso. Por fin veíamos tierra después de
casi 7 horas de viaje. Ya Joe y Edgar no podían tragar más agua, y Aurimar ya
no tenía más nada que vomitar, Fernando aún vomitaba... el agua que
tragaba. Cuando vimos el cambio de colores de agua el clima cambio. Como si
Dios dijera ¡suficiente! Que todo sea color de rosa de nuevo. Veíamos a lo
lejos Punta de Arena a nuestra derecha y luego los Tortuguillos a la izquierda.
Finalmente vimos Cayo Herradura y ese desfile de yates en sus aguas. Tocamos
tierra, los muchachos jamás habían sentido tan bien la arena en sus pies como
ese dia. Han vivido la vida de un pescador en plenitud y es una aventura que
nunca olvidaran. No me incluyo porque he estado en situaciones con peor clima,
y andar en peñero no me parece traumático. Esta vez no tomé en cuenta la necesidad de un
impermeable pero la próxima no sucedera.
Primer día en la Isla:
Bajamos nuestro equipaje del peñero,
estaba envuelto en bolsas negras y ya había entendido porque Alejandra hizo
tanto hincapié con lo de envolver todo en bolsas. Dejamos los bolsos en las
sillas y sombrillas que nos tenia preparado un buen pescador que vive 3 meses
si y 3 meses no en la isla. Se llama Enrique. Él nos recibió con todo su
entusiasmo y calor como buen margariteño que es. Tiene un rancho muy expuesto
pero te puedes refugiar del viento. Mientras los marineros armaban las carpas,
nosotros estábamos disfrutando del paisaje y sentados en las sillas de
lo más relajados, olvidando todas las penurias y el mal rato del viaje.
Enrique nos llegó con una melodía, era una campanita lo que comenzaba a sonar y era
su manera de decirnos que la comida estaba servida en la mesa de su rancho.
Nuestro almuerzo fue un pescadito frito pescado ahí mismo. Comimos y reposamos
en la playa. Luego Enrique nos llegó para hacernos un paseo y un tour por Cayo Herradura. Nos llevó a todo el grupo al faro para tomar fotografías, luego
donde está la Virgen del Valle y a un cementerio, donde lo único que está
enterrado es un perro de un alemán. Seguimos caminando y nos llevo al Museo de
las Piedras, donde podíamos construir nuestra torre de piedras en equilibrio.
Al final del museo hay una piscina, así le dicen por estos lados, natural donde Enrique nos invitó a un ritual de deseos. Nos colocamos
en círculo y uno quedaba en el centro y pedía un deseo, luego le hacíamos un
baño de agua y esperar a que este deseo se cumpla algún día. Esperamos el
atardecer por el museo y estuvo bonito, con el cielo despejado y un sol que parecía
más bien una luna por el tamaño y el tono.
Cuando regresamos al rancho de Enrique ya
estaba todo armado, metimos nuestros bolsos en las carpas y esperamos sentados
entre cuento y cuento la cena. Nos prepararon hamburguesas. Cominos todos y lo
único que hablábamos durante la comida era el tema del viaje en el
peñero.
No pasó mucho rato para que se me achinaran
los ojos. Esa es la señal que indica que ya muero del sueño y quiero dormir, sobretodo ese día que habíamos madrugado para venir a la isla.
Domingo de playa:
Amanecer crepuscular |
Después de eso el clima cambio de pronto, una tormenta parecía venir pero nos rodeó, só
lo pasó la cola de la tormenta
por aquí y parecía que el rancho se iba a ir volando con el viento. Después de eso, como
si nada, como si no hubiese llovido nunca, el sol iluminabó la
arena para resaltar ese color blanco y los azules del agua a un color
turquesa espectacular. Decidí caminar ese rato para conocer todo Cayo Herradura. Nos fuimos el grupo completo a
Atardecer en el Museo de Piedras |
Tormenta en Cayo Herradura. |
Hogar de un buen pescador |
Cayo Herradura sin gente |
Mi ventana |
Lo que nunca puedo dejar en un viaje de playa |
Atardecer en Cayo Herradura |
Alicia en este pais |
El Sr. Enrique |
Un buen grupo de Viaje |
tomar fotografías...
El grupo era excelente, compartíamos la misma pasión de la fotografía
y las vibras eran increíbles. Llegamos para la hora del almuerzo y de ahí nos
llevaron a dar un paseo por los Tortuguillos para hacer snorkeling en los
arrecifes, conocer esas pequeñas islas que son hermosas y, bueno, ver si tenía la oportunidad de hacer apnea
allá. Cuando llegamos a los Tortuguillos quede impresionada de lo virgen que es
y de lo mágico del lugar. Caminar por toda la orilla era como caminar en un
cuento de hadas. Nos colocaron las sillas y sombrillas y dejamos las cosas. La
isla era totalmente para nosotros, no había más nadie allí, ni los pescadores
se quedan allí por el tema de un insecto que aparece en las
noches y la picada
es espantosa.
Sirviendo de Modelo :) |
Me fui a hacer snorkel un buen rato, bajo
el mar es otro mundo...
Apnea en Los Tortuguillos |
Snorkeling |
ó, algunos eran amigos y otros que
se unieron a esta locura mía de ir a pasar unos días en la Tortuga pero en
peñero.
Regresamos y la cena estaba lista...
Después nos dimos un baño para quitarnos la sal. Entre tanto escuchábamos
música viendo la cantidad incontable de estrellas en el cielo. No pasó mucho tiempo antes de decir que tenía sueño, suelo parecerme a las gallinas que cuando baja el sol ya
se están acurrucando para dormir. Con lluvia y sol, frio y calor puedo decir
que este día fue perfecto.
Nuestro último día en la isla, quién iba a
pensarlo, estaba de nuevo sentada viendo tan mágico lugar, sin
importar que viniese una tormenta, porque la daría el toque especial. Observé que ya no había ningún yate, se habían esfumado mientras dormía. Ahora la playa
le pertenecía a los pescadores y a nosotros. Súper temprano la lluvia nos paró,
pensé que la tormenta nos agarraría pero de nuevo nos rodeó y el sol iluminó todo
el paisaje para resaltar los colores. Me quedé un rato con el Sr. Enrique para
escuchar sus historias y su vida, le pregunté por una gran cicatriz en su costado, debajo de su brazo derecho, que iba desde espalda
hasta su pecho. Me contó que cuando fue pescador le exploto un pulmón por sumergirse demasiadas veces seguidas. Duró mucho tiempo de reposo y cuando estuvo mejor volvió a la isla, a su pequeño rancho
donde con pasión lo restaura y lo mantiene parado sin ayuda de nadie. Después de esa experiencia dejó de ser pescador y ahora se dedica a recibir
turistas, con su encanto al hablar y la manera como acoge se gana el cariño de
todos. También nos contó algo inusual: un tiburón blanco de 450kg estaba
merodeando por la playa a sólo 8 metros de profundidad. Me impresionó escuchar
esa historia porque siempre he querido ver tiburones y nadar con ellos. Pensé
que era imposible que algo así sucediera, ya que el tiburón es de aguas frias.
Mientras yo sé que están en otros mares estoy tranquila, pero impacta un
poquito escuchar que lo encontraron aquí, me emocionó y al mismo tiempo un
pequeño miedo me entró en el cuerpo. Seguimos hablando, contando historias y todo
acerca de la isla, hablamos del tema ecológico, de la basura y de quién se la lleva. Paramos allí y decidí salir a
hacer apnea porque ya los minutos estaban contados. Nadé la más que pude y
trate de llegar a un lugar con 8 metros de profundidad, con algo de suerte vería una
tortuga o un tiburón pero no la tuve, aún así vi bancos de peces y muchas
estrellas de mar y practiqué un poco la respiración. Regresé a la orilla y d
Cayo Herradura, Isla La Tortuga |
urante el almuerzo el Sr. Enrique dio unas palabras de
felicitaciones por ser un grupo tan excelente, nos agarró (en sus palabras) un
cariño especial por ser guerreros y llegar a la isla con ese clima, jamás pensó que todos nos conocimos en ese viaje y, según él, parecíamos amigos de toda la
vida. Es grato saber que en mi primer viaje como anfitriona, organizadora o inventora
logré formar un grupo donde todos se llevaron bien. Es allí donde uno se
da cuenta que las energías atraen, tener buenas energías atraerá buenas
energías, si eres positivo atraerás gente positiva, si eres relajado atraerás
gente tranquila, si tienes una pasión y la quieres compartir la gente te aceptará
con los brazos abiertos. Compartíamos una misma pasión y era la fotografía. Este
viaje aprendí demasiado, no sólo de fotografía sino de superar miedos, de buscar
mi amor propio de nuevo, de volver a un lugar donde quizás me dio nostalgia,
pero que esta vez el grupo me animó a un punto donde me dije que seguiré
compartiendo este sueño con personas increíbles como los de este viaje.
No quiero terminar este viaje pero nos tocó irnos y despedirnos del Sr. Enrique entre abrazos y alegrías. Nos montamos en
el peñero con expectativas sobre lo que iba a suceder en el regreso, pero todo fue
diferente. Un cielo claro, una rica brisa y un mar mas tranquilo. Ninguno
se
mojó ni vomitó esta vez. Unos iban durmiendo, otros comiendo y hablando de todo lo vivido. El
regreso fue más corto que la ida. La experiencia de viajar como viaja un
pescador fue única, irrepetible para algunos de los que viajaron conmigo. Seguro
regresar3 a la isla de nuevo, la Tortuga tiene un encanto que hace sea que uno de mis lugares preferidos de Venezuela.
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